martes, 28 de agosto de 2012

I am free.

Son las siete de la tarde, una hora más en España, y ya estoy muerta de hambre. Se me hace raro  que sea tan tarde y yo siga sin cenar. Esto es producto del haberse hecho a las costumbres inglesas. He cambiado el café por el té, el jamón por el fish and chips y la hora de la siesta por acostarme a las diez y media. Esto es Inglaterra. La tierra de los pounts y no de los euros, el país dónde conducen por la izquierda y dónde necesitas adaptadores para enchufar tus cosas. Pero es que 1.918, 4 kilómetros no son pocos. Hay distancia incluso para tener que restar una hora a los relojes españoles.
Ahora mismo, soy una extranjera en un país extraño. No conozco nada de la cultura ni de las personas. Soy una habitante de una tribu salvaje perdida en medio del agobio de una gran ciudad, o lo que es lo mismo, una española en medio de Inglaterra. Algunos lo llaman aventura, yo lo llamo experiencia. Tengo una oportunidad que muchos desearían tener y que muy pocos tienen el valor de llevar a cabo. Podría decirse que soy una privilegiada, una entre tantas. La vida me ha dado una oportunidad para empezar de cero sin perder el pasado, una oportunidad para experimentar y conocer cosas nuevas, para empezar un nuevo capítulo de mi vida y cerrar para siempre el anterior. La vida me ha dado una oportunidad para escapar de la monotonía de la rutina, del día a día y de lo mismo de siempre. Es un cambio temporal, lo sé, pero es un cambio al fin y al cabo; algo nuevo, algo que todos deseamos para poder romper con los hábitos de cada día, para acabar con las costumbres de hacer siempre lo mismo con las mismas personas. Es un cambio que me da una libertad relativa, que me desata de lo rutinario y aburrido, una libertad con ciertos límites, pero que en definitiva, es libertad.



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